En lo más profundo de lo terrestre, es decir, en la pura intemperie, iba del aire al aire, y del silencio al silencio, recogiendo en su boca un sabor cierto e invisible a metal arrugado. El cuarzo desvelado de sus mejillas y los restos de tierra extenuada y triste encontrados entre los surcos de sus manos, atestiguan lo dicho. Con todo, especialmente a la hora del bocadillo, nunca dejó de buscar alguna veta de luz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario