Sin una sintaxis propia, semánticamente
desmoronado, sólo una pequeña estructura morfológica apenas perceptible le
mantenía en pie. Sabía que no valía nada, de ahí que le gustara coquetear de
vez en cuando con la parca sin otro fin que el de dar gusto a su ego. Lo cierto
es que el infierno estaba lleno, con mucho trabajo, y allí no estaban para
tonterías.
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