miércoles, 3 de octubre de 2012

A SUS CINCUENTA Y MUCHOS

A sus cincuenta y muchos años vivía aún inmerso en un bosque de elementales sensaciones, muy parecidas a las que alimentan los sueños de los recién nacidos. Acompasados por sus latidos de adobe, eran sus sonidos -un rumor de gargantas minerales que desembocan en gorgoritos, o un aullido rojo de pura hambre, que es color y grito de camino viejo- los que le despertaba sudoroso desde las indomables profundidades del sueño.

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