Fue abriendo puertas y recorriendo los pasillos del complejo de apartamentos en el que vivía con la seguridad propia de quien lo ha hecho mil veces y posee unos ojos especialmente dotados para atisbar en la oscuridad. De este hombre podría decirse que todas las noches se enamoraba de la misma luna y que, en líneas generales, era un hombre feliz. Quién le iba a decir a él que esta noche, cuando abriera la puerta su casa, olería a algo que no era su casa.
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