Infinito en todas sus perfecciones, existía por sí mismo, y resultaba difícil de definir porque tal cosa exige poner límites y este espíritu trascendía los océanos, a las palabras y hasta los conceptos. Era imponente, tanto, quizá, como incognoscible. Un buen día estuvo enfermo, grave, y ese fue el día que aprovecho Cesar Vallejo para nacer y poner nombre a los problemas sin nombre.
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