Como otros muchos pedigüeños, santurrones y errabundos, los destellos visionarios de luz que llenaban sus ojos atestiguaban que se sentía parte de algo irreal. Sin embargo, el paso de los días se resumía en un trabajo constante y paciente por intentar satisfacer ciertas necesidades elementales. Se trataba de acumular la suficiente masa crítica de proteínas, azúcares y calor como para sobrevivir otro día más. Ese afán, qué duda cabe, generaba cierta ansiedad y algún que otro despliegue de amargura en su rostro.
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