sábado, 29 de mayo de 2010

AFÁN ARISTOTÉLICO

Siempre es bueno saber que uno está vivo, pero si alguna vez hablo de lo que creo saber se debe a un descuido. Procuro que mis palabras se mantengan equidistantes entre el fondo y la superficie, entre el todo y la nada, y esto todo este esfuerzo en busca del equilibrio lo hago por nada, simplemente por un afán aristotélico que viene de lejos y que consiste en huir de los extremos. Claro que para que se entendiera esto que digo habría que volver a escribir todo esto en pasiva, pero esa tarea ingrata la dejaremos para mañana. Hoy les informo que, condenado a palidecer como estoy rodeado de otros muchos palidicientes, y aún a pesar de concebirme cortésmente perplejo, acartonado y velludo, me esfuerzo en borrar mi imagen de la memoria de aquellos que nunca han existido. Con todo, no me siento especialmente desgraciado.

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