lunes, 10 de mayo de 2010

AL AMOR DE LA LUMBRE

Hacía mucho tiempo que era su abuela la que hablaba a través de la boca de aquella niña. Cualquier día, un día normal, el tiempo se esparcía a orillas de las brasas del fogón habitando fronteras desprovistas de sentido. Eran días tranquilos donde las lenguas de fuego devoraban la madera y sólo el leve murmullo de esa misma madera deshidratada hacía crujir un silencio y una calma que vistas desde fuera parecieran perfectas. Todo estaba tranquilo pues cuando, de pronto, surgía una voz, y después otra, y todas esas voces poseídas acontecían al amor de la lumbre. La voz de la abuela se acaramelaba contra la garganta de la niña ocupando el aire como si de ecos se trataran. Ni que decir tiene que todos los allí presentes escuchaban con atención procurando captar el más mínimo detalle de aquel otro lugar de donde provenía aquella voz antigua de carbón vegetal. Las tinieblas hablaban a oídos de un viento siniestro y sólo la tibia carne de la niña pareciera no entender la naturaleza milagrosa del suceso que estaba teniendo lugar.

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