Perdido como estaba de tanto callejear por mi memoria, olvidado de la mano de dios, pude aún así construir los sueños de los que alimentarme y hasta pude ver dos veces el cielo. Ni que decir tiene que el genio del fuego me ayudó en la tarea. Por aquellos entonces, todos los caminos conducían a ese lugar en el que todos esperamos que la tierra nos sea leve, y todos esos caminos pasaban uno tras otro ante mis ojos sin que pudiera penetrar en el sentido profundo de ninguno de ellos. Y mira que lo intenté. Silencioso y tranquilo, el barro me succionaba. Caía el aguacero y el alma quedaba invadida por los hierbajos, perdido como estaba de tanto callejear por mi memoria.
No hay comentarios:
Publicar un comentario