viernes, 7 de mayo de 2010

EL SOLUCIONÓLOGO

Siempre tenía entre sus manos un problema que resolver, de modo que para descansar, en sus escasos ratos de asueto, solía buscaba refugio en lo más profundo de su sillón de pensar, sillón éste que fácilmente se convertía en sillón de sestear y a veces, pocas veces, en un sillón de orejas desde el que observar cómo el silencio se convertía en inspiración. Pues bien, ocurrió que aquella tarde, desde las más recónditas profundidades del sillón de sestear, llegó un sueño que se apoderó por completo de aquel personaje cuya principal característica, además de sus ya citadas dotes como solucionólogo, consistía en su habilidad para habitar sillones. En dicho sueño, dos cuerpos, dos cosas, eran arrojados a la lucha como parte de un ritual desconocido, mientras la nieve se apoderaba del jardín. El sueño resulto agotador ya que nada se daba por ganado. Cada dia volver a ganar lo que ya se tuvo el anterior. Cada dia volver a enamorar a la enamorada de ayer.

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