viernes, 28 de mayo de 2010

DESLUMBRAMIENTO

Deslumbrado por una luz interior desconocida, la noche de su muerte hizo suya la carne de todos los hombres y de las mujeres muertos antes que él, y proyectó su sombra sobre niebla. Hizo suya también la transpiración de los grillos que holgazaneaban en el jardín y después de ese sentir su corazón no volvió a notarse apaciguado. Su falta de misericordia para consigo mismo le aterraba. En el exterior, los tallos de lluvia provocaban hendiduras en las bocanadas de incienso que salían de la estancia cuando eran azotados por los vientos. Llegado el momento, tomé el cuenco del viejo y él se sucedió en mí. Después me fui a mendigar por las calles, pues me pareció que ese era su mandato. Los muertos me esperaban para comer gambas emborrachadas y cualquier otra consideración sería inútil.

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