sábado, 1 de mayo de 2010

PROMESA DE FELICIDAD

Flotaban en el aire restos con recuerdos de asombrosa dulzura que convivían desnudos con restos de otros recuerdos en los que bestias malheridas malvivían aterradas de su propia locura y del odio que fueron capaces de engendrar. Y es que nadie dijo que los recuerdos estuvieran carentes de dolor. Tales recuerdos, en realidad, no eran sino sombras con matices de gris azulado que, por más que lo intentaban, no lograban obtener su propio perdón. Los ojos de la víctima, antaño guardianes de la luz y la claridad, se convirtieron con el transcurrir del tiempo en cuencos portadores de melancolía que apenas si sabían llorar. Pero eso en nada afectaba al curandero ladrón de ojos que juraba y perjuraba sobre las virtudes del veneno de mercurio. Decía que tal veneno, sumado en las proporciones adecuadas con la picadura de diez serpientes, haría el milagro de convertir la bilis del dolor presente en promesa de felicidad futura.

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