lunes, 25 de octubre de 2010

A ESO DE LAS CINCO EN PUNTO

Hace falta tener malasombra. Saca el alma a pasear, y se le aparece el tendero vestido de anticristo. Eso ocurrió a las cinco en punto. Hasta el encontronazo, todo era un popurrí de lagos, vacas y relojes de cucú que se sucedían en su cabeza como santos en su capilla particular. A la techumbre del cielo le inventaba nubes donde no las había. Pero allí quedo, como petrificado para siempre, a eso de las cinco en punto.

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