sábado, 19 de marzo de 2011

EL DEPRIMENTE TACTO DE SUS PANTALONES

Pudo comprobar que eran pocos los pájaros a los que les faltaba el aire, que los gusanos a los que tuvo el gusto de conocer tenían su porción de tierra para revolcarse, y que no había pez, al menos pez vivo, al que le faltase el agua. De ahí concluyó, y concluyó mal, que a él no le faltaría el amor, siendo como era un ser esencialmente amoroso. El deprimente tacto de sus pantalones de tergal no fue aviso suficiente.

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