Flemático de carácter y pisacorto por naturaleza, fue tanta su desventura que la historia de sus días podría resumirse en un añadir llanto al llanto y deseo al deseo, sin que nunca alcanzase otra cosa que el puro esperar. Su tiempo no acababa de sincronizarse con el tiempo exterior, y su evangelio abreviado se resumía en un único mandamiento: comprender mientras se ama. Llegó a comprender, pero le costó amar.
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