sábado, 5 de marzo de 2011

EN EL VALLE DE LOS HUESOS SECOS

Como Ezequiel en el valle de los huesos secos, cualquiera diría que ese hombre no hacía otra cosa que bendecir cenizas. Pero no. Se limitaba, con una naturalidad envidiable, a ocupar su lugar en el centro mismo de la realidad. En constante trasgresión de la verdad revelada nos decía que nada era gratis, salvo la gracia de dios, y que las telarañas de las ventanas atestiguan una evidencia: el tiempo se nos escapa.

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