Más que elegir debiera decirse que, en un clamor de huesos concéntricos, y por unánime aclamación de todas sus vísceras, fue elegido para que frenara in extremis aquel veneno de amor que amenazaba con hacer sucumbir a todo el organismo. En un principio pensó que esto era pan mojado en sopa de cocido, aunque no supiera exactamente a eso. Días después, sus escalofríos de ébano confirmaban el fracasó de su misión.
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