Rehén de una locura poco común, parecía condenado a una vida consistente en veintiocho mil ochocientos lunes vividos del tirón, uno detrás de otro. Y como conocía el futuro, amanecía con la carne como agallinada y la voz de cal. Le gustaría salir de este mundo, superar el desnivel de humedad de las sábanas amarillas, y pensar que el nuevo día que nacerá del vientre de esta oscura noche no sería otro lunes más.
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