Hay que ver cómo somos los ciegos: vemos un enero y decimos que es blanco, a los diciembres los pintamos de gris, y llega el verano y lo amarilleamos así porque sí, sin necesidad alguna. Sin embargo, el escándalo de los picos trinando en perfecto desorden, la colección de lunas que duermen en el cajón de mi cómoda, y la llovizna de hoy, preclara como siempre, sí que se me antojan indispensables.
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