Antes de que el primer árbol buscara la luz del sol, y con la parsimonia propia de quien cree disponer de todo el tiempo del mundo, vino hacía mi lo que parecía ser una cabeza pegada a un cuello. Luego las cosas no son para tanto. En realidad, aquél que tuvo la habilidad de engendrarse a sí mismo y que aparece sentado a la derecha de su propia probeta, añora tanto como yo el vientre de centeno del cual se alimentó.
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