El hambre, enemiga mortal del linaje humano, había hecho mella en su persona de forma tal que, a ritmo de un son doliente, caminaba por despoblados y soledades, según pienso y entiendo, porque si dejaba de caminar entraría de golpe en las entrañas del eterno olvido. Desdichado y con los ojos blandos, desesperaba por momentos de tanto esperar auxilio de cualesquiera bicho viviente. Lloraba solo.
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