lunes, 25 de abril de 2011

DULZURAS DE VIEJOS PECADOS

El pífano del vecino, que todo lo pifia, hizo sonar en mitad de la siesta una nota especialmente aguda y penetrante que apunto estuvo de destrozarme el tímpano. Con el transcurrir de la tarde, y la observación de las múltiples gangas, las cosas mejoraron. La noche terminó como siempre: incrustado entre íntimos, apurando risas y tés diplomáticos, y mascando entre labios dulzuras de viejos pecados.

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