sábado, 30 de abril de 2011

EL REGUERO DE ALMAS MUERTAS

En los días previos al acto daba vueltas y más vueltas yendo y viniendo de la forma al argumento y del argumento a la forma. Tras cada asesinato fotografiaba su cara de asesino, y luego encendía un cigarrillo mientras recordaba con desdén el reguero de almas muertas que dejaba a sus espaldas. Una tarde, la colina comenzó a arder y, mezcla de pena y hambre, se dejó morir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario