Iba ensartando una estupidez tras otra, como nos ocurre a todos aquellos que tenemos el juicio güero y desfilamos de forma más o menos estúpida bajo la bandera del amor, cuando se le ocurrió realizar un acto valiente consistente en hacer lo mismo que dijo, que a su vez era lo mismo que pensó, proceso éste al que algunos llaman coherencia. La verdad del cuento es que nadie se dio cuenta del acontecimiento.
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