sábado, 28 de enero de 2012

DE POLVOS Y DE LOCOS

Soñaba y mientras soñaba el polvo crecía adueñándose de la casa. Pero ella seguía soñando. Y el polvo seguía creciendo y creciendo. Y menos mal que soñaba porque si no fuera un sueño, un mal sueño, es de las que se tiraría al agua en el primer río que viera con tal de no tener que limpiar todo ese polvo. Tenía cincuenta años y no soportaba su cuerpo. Tampoco soportaba el polvo. Y mientras el polvo tomaba posesión del cuerpo, su corazón corría preguntándose y respondiéndose, en una especie de soliloquio de pretendientes, cosas de polvos y de locos.

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