No sabía si era el último precedente o el primero en lo sucesivo, el caso es que se metió en la cama con solicitud y circunspección, y luciendo para la ocasión una especie de enagua que juraría tenía aspecto de acordeón. Una vez dentro ocurrió lo que más que inevitable resultó irreparable: su ser, todo luz, colisionó con un sol oscuro, y se sació de ese apetito que, aun no siendo amor, te pone los ojos como de pescado hervido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario