Aún estaba aprendiendo a ser prudente cuando se sintió radicalmente perdido. A su alrededor, el cielo aparecía cuarteado y seco, trozos de tierra se agazapaban entre las nubes, y hasta el más listo tardaba un buen rato en descubrir la luz de las estrellas muertas que aparecían como colgadas de un bóveda oscura y derruida. En mitad de aquella soledad gritó su nombre, pero nadie escuchó la llamada.
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