El sol, en embeleso solitario, se esparce medio enamorado sobre los vastos sueños del mediodía invernal abriéndose hueco aquí y allá, entre el silencio y la soledad, entre el roce de los cuerpos invisibles, entre los gritos enajenados y las muertes anónimas. Sin límites, reina allí donde laten los sueños y se percibe un silencio de huesos, allí donde cada cual busca el nombre que dar a su miedo y, a veces, a su esperanza.
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