Su espíritu inquieto no parecía tener descanso, y eso que quien más y quien menos tiene sus fantasmas, honrados fantasmas en algunos casos, a los que hay que añadir un sinfín de deseos y asuntos varios que las tablillas de la memoria rara vez logran mantener incólumes. Aún así, su caso parecía más grave. Todas las cosas habidas y por haber, más todas las cosas que a la filosofía le dio por soñar, se agolpaban en su mente calenturienta ofreciendo como resultado un mundo dislocado y difícilmente gestionable.
No hay comentarios:
Publicar un comentario