Eran tiempos difíciles. La magia de la gota de tinta sobre el papel estaba a punto de desaparecer, los centros de arte parecían competir a ver quien presentaba la obra más fea, y, como telón de fondo social, baste decir que estaban de moda los satélites y las visitas a otros planetas, y que las vacaciones pagadas daban los estertores finales tras el quincuagésimo ajuste a los requerimientos de los llamados mercados. Con todo, el sonido de ciertas palabras seguía teniendo sentido.
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