Más allá de su significado, la mera materialidad de su sonido, el silencio que dejaba tras de sí, revelaba a las claras la trascendencia de aquella palabra. Su eco, proveniente de un mundo anterior a la escritura, era presencia y hábito de un tiempo enorme. La necesidad de un esfuerzo piadoso que la hiciera inteligible, ahuyentaba a los más de su cercanía. Corrompida por esa amargura, amanecía embarcada en historias ocultas y en enigmas sobre el ser jamás resueltos.
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