Presintió la magnitud del desastre cuando quiso escuchar el eco de su nombre reverberando en el viento y el aire le trajo el capricho de una nada más vacía que nunca y el silencio de los quebrantos. Sus grandes manos de tierra fresca, capaces de fabricar carbón y hacer la nieve, no pudieron ahuyentar de sí un miedo que no paraba de pensar. Una vez más, parecía perdido.
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