martes, 28 de agosto de 2012

NIÑO-BALA

Poco después del alumbramiento, lo que bien podría haber resultado un dulce ser quedó convertido en un niño-bala. La misteriosa evidencia de la materia se hizo realidad a través de sus ojos. No hubo culpa. El miedo, el hambre, los arrabales de codicia, el rebú de moscas de sangre, vinagre y estiércol, todos colaboraron lo suyo para traspasar los espesos límites del hierro y convertir a nuestro niño-bala en un muerto más que espera la prometida resurrección.

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