jueves, 6 de diciembre de 2012

NUNCA QUISO HACERSE PERDONAR

Carente de toda expresividad y de toda gracia, como si de un adefesio feo se tratara, lo que salía por su boca no puede decirse que fuera parte decente de ningún idioma. Aún así, alrededor de su boca y de su lengua, y de la boca y de la lengua de “los suyos”, construyó vidas que, quizás por incomprensibles, resultaban especialmente atractivas. Se trataba de historias que descerrajaba en las neuronas de cualquier lector indefenso, y por las que nunca quiso hacerse perdonar.

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