Era un recuerdo de exactitud indeterminada, en una latitud de esas donde llueve 300 días al año. Allí, un sol de otoño tardío aliñaba su cara arrugada y contrita, embadurnándola de un calor y una dulzura con sabor a antiguo. Todo el mundo se había dado cuenta de su derrota, pero no importaba. Había encontrado por fin un lugar en el permanecer callado. Roto, pero callado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario