Habida cuenta de las dificultades que tiene la vida para
comprenderse a sí misma, y considerando también el hecho de que haya sido
posible eso que los expertos llaman el proceso de generación espontánea, es
decir, el nacimiento de la vida a partir de la ausencia de vida, así como que nada
impide que el estómago, mí estómago, se digiera a sí mismo dando paso así a una
nueva forma impúdica de vida, considerando todo eso, digo, no sería de extrañar
que un día corriente de esos que tanto abundan, o tonto incluso, aconteciera el
hecho milagroso de que mis labios llegaran a sentir la pulsión húmeda de un
beso.
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