Inspirado
por musas atávicas que luego no resultaron ser sino puro instinto, deja el
perro escrito con orina su perorata de signos. Se trata de un mantra de
advertencias codificadas que repite y repite aquí y allá para que nadie se
lleve a engaño. A pesar de lo fatigoso del oficio, aún le sobra tiempo para
dividir más y más ese mismo tiempo hasta el punto de aburrirse, y espacio para
salivar la tierra mientras aplasta con su ego de mamífero tripón la superficie
del planeta que le ha sido dada. Respira, y cualquiera diría al verle que está
tranquilo y es feliz.
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