martes, 3 de noviembre de 2015

MARCHITO


Al pardear la tarde, unas cantinas y suaves campanadas inundaron el éter con sus llamadas a la oración, marchitando siquiera por unos instantes el escándalo de las chicharras sobre el mar de cal. Nuestro personaje, empero, no estaba para tonterías de este estilo. Marchito de pura inanición, en perpetua necesidad, sentaba sus carencias sobre el viejo poyete de piedra, al tiempo que una humedad viscosa recorría su espinazo y los escalofríos, a modo de latigazos, comenzaban a hacer acto de presencia. Quería soñar pero, en ese esfuerzo inútil, al filo de la última campanada, se hizo barro.

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