A contramarea, que es como decir a contratiempo
pero con más agua, o como quien dice a contrapelo del puro sentido común, resulta que es la piedra el único ser
que mira las estrellas. Yo me conformo
con mirar la piedra, lo que bien mirado no es poco. Bajo la piedra veo las
sombras que ocultan las llagas de vino tras un halo de melancólico luto. Veo
también, a modo de pura materia fantasmal, una ristra de suspiros que mueren
ahogados o, quién sabe, que a lo mejor murieron muertos de sed, de modo y
manera que resulta posible llenar de muertos el vientre de la piedra, como
resulta posible llenar de muertos el mar muerto, ese mismo mar al que antes
llamábamos el mar nuestro y que hoy aparece ante mis ojos más muerto y menos
nuestro que nunca.
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