viernes, 30 de abril de 2010

CARONTE

Un buen día se vio a Caronte transportando el inmóvil y demacrado cadáver de Caronte, es decir se vio a Caronte transportando su propio cuerpo, que es lo mismo que decir que vio a Caronte bebiendo de su propia medicina. A partir de ese día, huérfanos de barquero como estaban y sin nadie que guiara sus almas errantes para cruzar de un lado a otro del rio Estigia, los cadáveres se agolpaban en las orillas de los ríos en busca de transporte fiable y barato que les llevara del más acá al más allá. Pero para Caronte todo este trajín había terminado. Aquel flaco y gruñón que gustaba de proferir insultos a los cadáveres obesos ya no realizaría ningún viaje más, por muchas monedas que portaran en su boca los cuerpos difuntos de los príncipes y héroes recién fallecidos, y por mucha importancia que tuviera para la comunidad de fallecidos el servicio público que prestaba desde tiempo inmemoriales. En esta nueva geopolítica de locos que tenía por escenario los inútiles mares de un tiempo pretérito, apenas si una pequeña luz de brillo intenso, que no era otra que el recuerdo que el propio Caronte tenía de sí mismo, parpadeaba en la distancia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario