Conozco un silencio grave que tiene la peculiaridad de ir acumulando olvidos. Con el tiempo, esta cadena de ausencias termina por conformar una especie de telilla, mezcla de voces extintas y de tinieblas, que va cayendo y reposando sobre un mármol melancólico muy parecido al de su piel. El sabor final, más que agridulce, es de idílico dulzor infiel.
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