Sus ojos oscuros se volvieron a fijar en los labios de ella, y pensó que había llegado la hora del beso. Y es que aquél hombrecito, ya desde pequeño, tenía sueños que nadie sabía. Los problemas llegaban a la hora de hacerlos realidad. Volvió a mirar los labios y, al principio, contuvo el sollozo. Segundos más tarde, sus lágrimas sonaron al caer más cristalinas y musicales que nunca.
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