Lunática y pálida, la sombra de sus ojos mostraba restos de un descuido antiguo. Su color traía a mi memoria la imagen aquél vaso que fue asesinado por un miedo que daba miedo de lo inseguro que resultaba en el ejercicio de su propio miedo, y aquellas manos temblorosas que, en su mudez, rastreaban los cielos en busca de nubes aburridas. Sólo los pájaros saben.
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