El deber de los labios azules es devorar hierros y piedras hasta salir de la triste buhardilla en la que viven encerrados. También es deber de estos mismos labios apuñalar la muerte una y otra vez hasta que, muerta y bien muerta, se pudra sola en su tumba. Y que no se preocupe labio alguno: las gotas olvido no dejarán de gritar.
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