Pude ver a la piel del níspero ahorcándose con la alcachofa de la ducha, mientras el hueso del mismo níspero huía despavorido en medio de un tumulto y un griterío exagerados. Mientras tanto, me preguntaba si la piel del níspero podría, tal vez, dejarme entrar en su secreto. No me dijo nada. Su silencio no lo interpreté como falta de claridad. Los cadáveres suelen estar cansados. Quizás el hueso sepa algo.
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