A la hora en la que dormitan los viejos cipreses, se dijo para sus adentros unas palabras que fueron las que siguen: tu y yo. Dijo tu y yo. Y dijo también: con esas dos alas pequeñas, que han resultado ser pronombres, nos basta y nos sobra para volar. Después vinieron días de apariencia terrible que invocaban al frío y escupían a la cara verdades de nieve. Pero eso fue después.
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