Tenía la sensación de que todos los hechos del mundo respondían a una ley todavía no descubierta de origen matemático. En lo que a sus tonterías se refiere, la sensación se convertía en certeza. Con la acumulación de tonterías, la pretérito perfecta imperturbabilidad de su juventud fue dando paso a una especie de dignidad culposa que se posaba sobre sus hombros y terminó por afear tanto su carácter como su figura.
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