Hasta ahí, su locura había crecido con lentitud. Luego todo fue un desastre. Primero rechinó la polea que servía de base a una oscura neurona situada en su hemisferio izquierdo cerebral, y acto seguido el cuerpo entero sufrió un desgarro poco común. De su boca cayó un gemido y, como si de un monólogo interminable se tratara, la baba comenzó a dibujar sobre el suelo el paisaje de lo que sería su soledad.
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