Levantó su cabeza y observó con asombro las nubes y el firmamento, y a eso que vio lo llamó lo indecible. Quiso volver al principio, al no pensar, a poner atención a los rugidos del hambre en sus tripas, y también resultó indecible. Sin embargo, cuando levantó la vista del asfalto y vio aquellos ojos, quiso nombrarlos y los llamo el río de los mil ojos.
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