Aun a pesar de vivir en un destiempo permanente, hacía un par de días que notaba en el destiempo de su vivir una inmovilidad y una amargura de intensidad poco habitual. Las consecuencias no se hicieron esperar y la herrumbe ya no se circunscribía al tradicional hacer de los trabajos y los días sino que afectaba vorazmente a la esencia del ser. Era herrumbe.
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